Reproducción de Jardín de granja con girasoles de Klimt
Hola amigos
Hoy, queremos mostraros la reproducción realizada por Copiamuseo de una obra de Gustav Klimt, «Jardín de granja con girasoles».
El genial artista del simbolismo pintó esta obra en 1907, se puede considerar un paisaje, pero atípico, en primer plano sin horizonte.
Hemos pintado esta reproducción, al óleo sobre lienzo, con unas medidas de 120 x 120 cm, más grande que el original.
Por supuesto hemos manchado el cuadro como siempre en oscuro, para poder después del secado ir dando pinceladas y aclarando hasta llegar al resultado final.
Es una obra basada en el color verde, Gustav Klimt pinta dos ramas de girasoles en primerísimo plano, por eso el paisaje no tiene horizonte.
Podéis observar cómo aunque muy integrada en el cuadro, la rama de girasoles principal, situada a dos tercios a la derecha, divide completamente de arriba a abajo la composición.
Cromáticamente introduce en la composición muchas flores rojas y granates, que son colores complementarios de los verdes, aunque también introduce flores azules, rosadas, amarillas y blancas.
Cabe destacar los tres racimos de flores blancas en la parte inferior del cuadro, que le da fuerza, rompe con la monotonía de la composición.
Esperamos que os haya gustado nuestro trabajo y permitidnos un saludo para Javier en Barcelona.
El cuadro y Gustav Klimt
Klimt es conocido por su estilo ornamental y decorativo, así como por su uso vibrante del color y los el uso de patrones a la hora de pintar.
Esta obra pertenece a una serie de pinturas de paisajes que realizó en su etapa tardía.
La obra muestra la influencia del Art Nouveau y del simbolismo en el trabajo de Klimt.
El uso de patrones y texturas es característico de su estilo, dando una sensación de estar mirando una una tela o un tapiz.
El cuadro está lleno de detalles minuciosos, con cada flor y hoja cuidadosamente representada.
Los girasoles, con sus grandes cabezas amarillas, son particularmente llamativos.
Klimt utiliza una técnica de pincelada abundante, suelta y fluida, que aporta dinamismo y movimiento a la obra.
La densidad de los elementos en la pintura crea una sensación de profundidad y tridimensionalidad.
Gustav Klimt pintó esta obra durante un período de retiro en el campo, donde encontraba inspiración en la naturaleza.
Este cuadro refleja su fascinación por la belleza natural y su habilidad para capturar la esencia de un jardín floreciente.
A diferencia de sus obras más conocidas que presentan figuras humanas y temas mitológicos o alegóricos, sus paisajes muestran un lado más sereno y contemplativo de su arte.
Además, la obra refleja la maestría de Klimt en la composición y su capacidad para transformar un simple jardín en una obra de arte deslumbrante y compleja.
Este cuadro es un magnífico ejemplo del talento de Klimt para combinar la observación detallada de la naturaleza con una estilización artística única, creando una obra que es tanto realista como decorativa.
La obra original tiene unas medidas de 110 x 110 cm y se encuentra en el «Museo Belvedere», en Viena.
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